Entre los temas frikis (aunque esenciales) de la producción musical, está la Curva de Fletcher Munson o Curva Isofónica.
Si hasta ahora has tenido problemas para entenderla, hazme caso, te entiendo.
Un solo vistazo a esa maldita gráfica da dolor de cabeza.
Pero…
Si quieres mejorar tus mezclas, TIENES que entenderla. Por eso, en el artículo de hoy me lanzo a explicarla.
Empecemos con una definición básica.
¿Qué es la Curva de Fletcher Munson?
La Curva de Fletcher Munson es una gráfica que muestra un interesante fenómeno de la escucha humana.
Al escuchar música a través de unos monitores de estudio o de unos auriculares…
Al variar el volumen, el volumen percibido por nuestro cerebro varía a un ritmo diferente dependiendo de la frecuencia.
Esto es a lo que me refiero:
- A un volumen bajo – las frecuencias medias se destacan más, mientras que las frecuencias bajas y altas parecen quedar en un segundo plano.
- A un volumen alto – los graves y los agudos suenan más, mientras que las frecuencias medias parecen sonar más bajo.
Pero en verdad, el volumen general del sonido se mantiene igual independientemente del volumen al que suene.
La gráfica de la Curva de Fletcher Munson representa este concepto de forma sencilla a través de simples datos visuales. Para mezclar no hace falta que entiendas la gráfica como tal, solo tienes que pillar el concepto.
Y aquí el por qué…
El PROBLEMA de este fenómeno:
Como ya te habrás dado cuenta, la Curva de Fletcher Munson presenta un ENORME problema al mezclar una canción.
Una de las características más importantes de una buena mezcla es conseguir un buen balance de frecuencias que sea agradable de escuchar para el oyente.
Pero…¿Cómo demonios se supone que tenemos que conseguirlo si nuestra percepción del balance de frecuencias varía según cambia el volumen?
Aquí va un ejemplo de a lo que me refiero:
Supongamos que estás trabajado en la ecualización de una mezcla, y escuchándola a un volumen bajo, parece que los graves y los agudos necesitan algo más de potencia. Entonces se la das…y suena genial.
Al día siguiente…
Vuelve a escuchar la mezcla a un volumen alto. Ahora los graves y los agudos sobresalen demasiado, así que los bajas un poco…volviendo exactamente al punto en el que estabas.
¿Te das cuenta de lo frustrante que puede llegar a ser?
Solución:
No soy ningún experto en ingeniería de sonido y puede que haya otros que tengan una opinión diferente sobre el tema…pero aquí va la mía:
Como usuario y consumidor de música, cuando escucho una canción a MITAD de volumen, solo le estoy prestando la MITAD de atención. Cuando la escucho a TODO volumen, tiene TODA mi atención.
Como productor de música, quiero que mis mezclas suenen mejor cuando el oyente las escuche prestando TODA su atención.
Imagínate esta situación:
Vas conduciendo en el coche escuchando una canción nueva en la radio que no has oído nunca.
Al principio el volumen está bajo, pero al escuchar la canción te gusta así que lo subes. Luego lo subes un poco más, y poco a poco suena mejor.
Llega un punto en el que la canción te encanta…así que la pones a TODO volumen y suena fenomenal. Suele ser así ¿verdad?
Ahora imagínate que sucede de otra forma.
La canción empieza sonando genial a un volumen bajo, y para escucharla mejor, subes el volumen.
Pero cuanto más lo subes, peor suena, llegando a ser irritante. Para cuando la pones a todo volumen, suena fatal, así que vuelves a bajarla y no vuelves a escucharla nunca.
¿Eso es lo que quieres que pase con tus mezclas? Probablemente no.
La cuestión de todo esto es que…
Lo que quieres es que tus mezclas suenen mejor a un volumen alto, porque ahí es cuando la gente las está escuchando DE VERDAD. Para eso, tienes que ecualizarla también a un volumen alto.
Tampoco tiene que estar ridículamente alto…solo al volumen al que la escucharías cómodamente en tu día a día.
Si los graves y los agudos se pierden un poco al bajar el volumen, no sonará lo mejor posible, pero tampoco sonará mal. Tan solo hará que quieras subirla un poco.
¿Tiene sentido, no? Genial. Ahora te toca probarlo a ti.